lunes, 28 de septiembre de 2009

Tan lento.


En casa.

Parece que ha pasado un mundo desde la última vez que escribí en el blog. Me siento como si hiciera muchísimo tiempo que no quiero escarbar en mis sentimientos para contároslos. Es raro, porque es como si hubieran pasado meses en los que he estado escondida y de repente debo salir de nuevo. Me incomoda, me angustia, me hace sentir extraña, aunque a la vez me hace forzarme y se supone que eso es bueno...
Este fin de semana ha sido demasiado duro. Creo que se juntaron muchas cosas y lo único que deseaba hacer era evadirme de mi vida, escapar, pedirle a alguien que me sustituyera para poder dejar de ser yo. El viernes, después de la boda de mis amigos Alberto y Nayra me negué a volver a casa. Es raro, verdad? Sólo quería acurrucarme y olvidar. Dejar de sentir, me encantaría dejar de pensar aunque solo sean cinco minutos, sólo eso. Porque he de confesaros que aunque lo intento, aunque pretendo disimularlo, no estoy bien. Estoy a kilómetros luz de estar bien. A veces incluso me pregunto si me viene bien el forzarme en hablar de esto, aunque sea con vosotros. Estoy tan perdida...
Te quiero, mi vida. Todavía me llevo el teléfono al cuarto por las noches pensando que vas a llamarme. Te quiero con locura, mi amor, te quiero siempre...

lunes, 21 de septiembre de 2009

Rollitos caseros.


En casa.

Un día antes de ingresar Carlos en la UCI le quité todo lo que llevaba en las manos: su reloj, su pulsera, su anillo de boda… La medicación le hinchaba un poco y no queríamos que le molestara. Desde entonces siempre lo he llevado yo, nunca me las he vuelto a quitar. Este fin de semana me fui a una playa maravillosa: Benijo, y Carlos volvió a apoderarse de su pulsera, porque en un ataque inesperado de olas sentí como se me escapaba de la muñeca y se perdía en el fondo. No me importó, fue en la playa, seguro que él quería volver a ponérsela, o al menos eso me gustó pensar.
Al día siguiente quise darle un descanso a mi suegra y me quedé a comer en casa. Siempre voy a comer a casa de mi suegra, aún sigo sin poder cocinar o más bien sin poder hacer la compra y llenar la nevera. Imagino que me resulta duro comprar para mí sola. La cosa es que como no había nada busqué en el congelador y encontré unos rollitos de primavera que me hizo Carlos. Sus rollitos de primavera de los que tan orgulloso estaba y con razón, porque están riquísimos. Esa fue una de las cosas que le enseñó la enfermedad: a cocinar. Le encantaba y aprendió bien.
Es siempre así, siempre. En cualquier paso, en cualquier cosa, en cualquier cajón… siempre está. Y quiero que siga siendo así, me hace sentirle más cerca aunque a la vez me entristece enormemente… y es todo tan difícil.
Quiero que vuelva… Le daba tanta vida a mi vida. Hacía que todo tuviera sentido. Le quería y me quería, ¿sabéis la suerte que es eso? ¿Que la persona a la que amas con toda el alma te ame igual?
Te quiero mi vida. Te quiero tanto que mi corazón se encoje. Te quiero más que a mí misma. Te quiero, siempre…

jueves, 17 de septiembre de 2009

Buscando ángeles.


En casa.

Mi madre me regaló por mi cumpleaños un llamador de ángeles. Es un colgante precioso de plata con una bola tintineante azul. La leyenda cuenta que en la antigüedad los duendes y los ángeles vivían juntos, pero un día los duendes tuvieron que marcharse y entonces, para los momentos en los que se sintieran solos, desprotegidos y tristes, les crearon una serie de joyas que podían hacer sonar y ellos acudirían. Yo ya tengo mi llamador de ángeles y es azul, como el mar. Me gusta escucharlo sonar, cuando me muevo, casi de forma imperceptible, pero tiene un sonido suave, relajante. Me gusta pensar en Carlos cuando suena...
También pienso en Héctor... Carlos y yo siempre tuvimos un sueño: ser padres. Nunca pudimos. Pero ahora he decidido ser madre. Está mi ginecólogo arreglando todo el papeleo y estoy a la espera de que me llame la semana que viene para empezar con ello. Carlos lo había dejado todo arreglado incluso para eso. Todas las autorizaciones firmadas, todo dicho... Me muero de ganas por tener un hijo de mi marido. Sinceramente es lo único que hace que mi mundo no sea un auténtico desastre. Pienso que es una forma de demostrarle a la enfermedad que no ha podido con nosotros, ni siquiera con Carlos. En cuanto tenga a Héctor corriendo por casa, espero que idéntico a su padre, gritaré a lo alto: no pudiste con nosotros.
Mientras tanto esperaré. Seguiré aguantando hasta que pueda, sacando fuerzas de donde casi ya no hay... Pensando en Carlos, echándole de menos e intentando encontrarle un sentido a todo lo que me rodea, que por ahora no lo tiene.
Te quiero con locura, mi amor. Te quiero tanto como de aquí a la luna y vuelta. Y deseo que nuestro hijo se parezca a ti. Te quiero, siempre...

domingo, 13 de septiembre de 2009

Mi regalo


En casa.

Hoy no tengo muchas ganas de escribir, no tengo muchas ganas de hablar... Pero desde hace unos días quería hablaros un poco de mi gente, de vosotros, de la tripulación, de todos aquellos que han estado ahí siempre, sin dudarlo, sin pestañear. Quería deciros que aunque el día 10 de septiembre fue un día pésimo sólo hubo dos momentos placenteros: cuando estuve en las Gaviotas, disfrutando del mar y sintiéndome más cerca de Carlos, y cuando en mis no-fiesta me regalaron el vídeo que muestro en el enlace que os adjunto. He tenido que aprender mucho de ordenadores para colgar el video. Era Carlos el que sabía hacer esas cosas, yo no tengo ni idea... Lo que sí os pido es que lo veáis, de verdad, merece la pena. Podéis ver como parte de la tripulación sigue ahí, intentando hacerme sonreír.
A todos, de verdad, a todos gracias. Aunque ahora no sepa demostrároslo, aunque ahora no tenga ningún tipo de emoción, aunque ahora no sea capaz de sentir demasiado quiero que sepáis que lo sé, que sé que estáis ahí. Sólo necesito tiempo...
Y a ti, mi amor, que te quiero. Que te he eché muchísimo de menos el jueves pero estuve cerquita, en nuestra playa, al menos me quedo con eso. Y también sé que tubiste mucho que ver en este regalo. Una vez más, lo tenías todo pensado. Te quiero tanto, mi amor, te quiero siempre...

domingo, 6 de septiembre de 2009

Un abrazo


En casa.

A veces me despierto y se apodera de mí la necesidad de que Carlos se de la vuelta y me abrace. Echo de menos ese tipo de abrazo. Ese abrazo en el que te perderías. Ese abrazo en el que te sientes querida, protegida, en el que notas que nada malo puede pasar porque la persona que amas está ahí, a tu lado achuchándote. A veces simplemente necesito que me abracen así, sólo eso, con ese tipo de amor… Pero es duro abrir los ojos y darte cuenta que ya no vas a tener ese tipo de abrazo, que esa persona con la que tenías una conexión especial ya no está. A veces sólo quieres que te quieran tanto con él me quería. Y lo peor no es darte cuenta de que él ya no está, de que ya no te va a poder abrazar, de que no vas a poder sentir esa sensación de amor, de cariño que te envuelve junto a la persona con la que compartes tu vida, sino que además sientes que no vas a poder volver a amar igual. De golpe, en tus primeros minutos de la mañana, te das cuenta que no vas a sentir de nuevo ese tipo de amor que tenía desde hace casi diez años y que además no sabes si vas a ser capaz de volver a sentirlo.
Duro despertar. Dura primera idea. Duro sentir como se te encoge el alma desde primera hora de la mañana…
Disimulas, haces con que no pasa nada y empiezas tu día. Pero el corazón se arruga un poquito, porque me encantaría despertarme, darme la vuelta en la cama y abrazar a Carlos, sintiendo que es la mejor forma de empezar el día, sintiendo que he llenado mis pilas para afrontar lo que haga falta, sintiendo que me quiere y que le quiero más que a nada en este mundo y sintiendo que nada puede haber más perfecto que un abrazo suyo nada más despertar porque me hace sentirme tan llena, tan plena, tan completa y perfecta...
Me encantaría pensar que todos podéis tener un abrazo así al despertar. Es un sentimiento tan increíble que creo que todo el mundo debería tener la oportunidad de experimentar.
Te quiero mi vida. Te quiero más que a nada en el mundo. Y te echo muchísimo de menos, tanto, tanto que duele… Te quiero mi lindo agaporne, te quiero siempre…