domingo, 30 de agosto de 2009

Sueño.


En casa.

Estoy cansada. Últimamente siempre estoy cansada. Me encantaría dormir todo el rato. Pero lamentablemente no es así, y aunque esté en un hotel en el sur de la isla, aunque sea sábado y no tenga nada que hacer, siempre me despierto temprano y no puedo dormir más. Y de ahí que siempre me levante igual: cansada y con una eterna sensación de falta de sueño y de desgana por todo lo que me rodea.
A veces hablo con la gente que me voy encontrando y me van contando como van viviendo estos meses. Me dicen lo que hacen, lo que piensan, las batallas y sentimientos que van superando porque el tiempo, el famoso tiempo, ha hecho lo que debería hacer ante ellos: suavizar las cosas. Y luego pienso en mí y me doy cuenta de que el tiempo conmigo pasa de largo. Porque yo estoy igual de bloqueada que al principio, puede incluso que algo más. Porque para evitar ciertos sentimientos, ciertas ideas, ciertos recuerdos evado de mi cabeza todo lo que creo que puede dolerme. Y el tiempo pasa y se esfuma sin dejarme huella.
Mientras tanto yo sigo en mi casa. Sigo sin poder hablar de Carlos, hablar de verdad. Sigo sin poder deshacer su maleta. Sigo sin poder ver nuestras fotos. Sigo sin dejar que nadie se acerque a mí lo suficiente. Sigo deseando estar sola…
Y por supuesto, mi amor, sigo queriéndote, con locura. Porque te quiero muchísimo mi vida, te quiero siempre…

lunes, 24 de agosto de 2009

No hay nada.


En casa.

Hoy no hay nada bonito. Ni siquiera ver mis montañas a través de la ventana, ni conducir de madrugada, ni hablar con gente que añoras, ni imaginar una receta, ni ver el mar, ni pasear por la avenida Anaga, ni ver como el viento mueve las palmeras, ni ver esta isla totalmente azul, ni escuchar como se mecen las olas, ni jugar con Marcos, ni bajar por la autopista observando la silueta de la isla, ni comer chocolate, ni entrar en casa, ni beber una cerveza, ni sentir el frío en un momento caluroso, ni darme una ducha en nuestro baño, ni tragarme una buena peli, ni acurrucarme en la cama, ni pasear sin rumbo fijo, ni mirar las flores, ni tener un lindo sueño, ni escuchar una canción perfecta…
Hoy no hay nada bonito ni nada que me guste.
Lo único bonito es imaginarte aunque sea con mis ojos lleno de lágrimas…
Te quiero con toda mi alma. Te quiero tanto que hay días que, aunque lo intento, no encuentro nada. Te quiero tantísimo, amor… Te quiero, siempre…

viernes, 21 de agosto de 2009

Dualidad.


En casa.

Mañana me tengo que levantar a trabajar, un día más. Luego he quedado con unos amigos porque vamos a pasar el fin de semana al sur de la isla, ya que Ricardo va a hacer un homenaje en forma de poesía a Carlos y quiero estar ahí, por él, porque está nervioso, porque es su primera vez… No me apetece nada. No quiero hacer nada de lo que tengo planeado. No quiero ir a trabajar, no quiero ir al sur, no quiero quedarme a dormir… Pero lo voy a hacer porque lo tengo que hacer.
En el fondo creo que es eso lo que me está desestabilizando día a día. El saber que mi alma me pide una cosa y mi forma de ser hace otra. Esa dualidad constante que hace que todo sea demasiado complicado. Quizá por eso Carlos y yo pudimos con estos años sin problemas: los dos somos supervivientes. Da igual lo que pase, siempre tiramos hacia delante. Siempre afrontamos los problemas, nunca nos quedamos atrás, nunca nos rendimos… Y es eso lo que en estos momentos me mata: no quiero hacer nada pero mi forma de afrontar las cosas me hace levantarme y continuar. Mi naturaleza me impide rendirme, cuando yo quiero rendirme. Lucho día a día conmigo misma.
Quiero gritar basta. Quiero sentarme y olvidar. Olvidarme de mi vida por un momento. Pero no puedo. Algo me impulsa a seguir, y es tan agotador, es una lucha constante. Porque esto me supera en cada momento, porque esto sí me da motivos para dejarme… pero ahí estoy. Y estoy tan cansada…
Tengo que ir a acostarme. Mañana debo madrugar. Mañana es otro día. Otro día sin sentido. Otro día de tremenda lucha, otro día que me gustaría no pasar…
Te quiero, mi amor. Voy a encontrarme contigo, en sueños, una noche más. Te quiero tanto que casi no puedo respirar. Te quiero, siempre…

lunes, 17 de agosto de 2009

Mi cueva.


En casa.

Últimamente se me pasan los días volando. Sin darme cuenta estoy de nuevo en lunes. Otro maldito lunes. Creo que empiezo a parecerme a Mafalda.
Hay una cosa que empieza a ponerme nerviosa, casi a molestarme, y es que a veces tengo la sensación de que la gente, cuando habla conmigo, es como si viniera a rescatarme, a salvarme de mi pesadilla. Como si alguien pudiera hacer algo así… Me preguntan como estoy esperando que salga algo de mí, algo que demuestre que avanzo, que siento. Es como si quisieran venir con una llave maestra y hacerme ver con su gran sabiduría todo lo que yo me niego a ver. Y no me gusta. Me miran como diciendo: “Ana, ya ha pasado el tiempo suficiente como para que te dejes de rollos y empieces a asimilar todo lo que te está ocurriendo, de que reacciones.” Y sé que lo hacen con todo el cariño y todo el amor posible, pero me sienta algo mal.
Luego me relajo, respiro hondo e intento darme cuenta que en realidad son sensaciones mías. Que en el fondo no es así como ocurren las cosas. Lo que pasa es que estoy intentando aislarme tanto del mundo que intento encontrar cualquier escusa para escapar de todo lo relacionado a él. Imagino que es eso, que sin querer quiero alejarme para que todo el mundo me deje en paz. Encerrarme, aislarme, esconderme en mi cueva donde sólo quede yo y mis recuerdos. Quiero que la gente se olvide de mí. Quiero acurrucarme y no escuchar nada ni a nadie. No necesito salvadores. Pero eso no es bueno, verdad? Y yo, en el fondo, lo sé. Lo que ocurre es que a veces todo esto se me hace algo difícil y lo pago con el mundo.
A veces me gustaría salir de mí… Cuántas veces habrá sentido eso Carlos. Sé que me lo dijo muchas veces, pero y las veces que no me lo dijo, cuántas serían?
Te quiero con locura, mi vida, tanto como dos neutrinos en una estrella de neutrinos imposible ser uno más fuertemente. Te quiero, siempre…

lunes, 10 de agosto de 2009

Como mi nevera.


Es raro. Intentar explicar lo que siento. Aunque a veces me pregunto si es necesario explicarlo.
Hoy me he hecho una pizza en casa. Ni siquiera me la he hecho, sencillamente la he metido en el horno y he esperado diez minutos. Pero es la primera vez que hago algo en casa. Al menos algo intencionado. Pensar ayer lo que iba a comer y hacerlo. Mi nevera sigue vacía. Me gusta la sensación de abrirla y no encontrar nada en ella. No quiero cocinar. No quiero empezar a hacer comida para uno. Es demasiado triste. Imagino que es una forma de no pensar en todo esto. De no ser consciente. Ya irá saliendo solo, no?
No quiero escribir en el blog. No quiero escribir por obligación. Lo que ocurre es que me puede el impulso de seguir entrando aquí y ver que hay gente al otro lado.
Sé como vivió Carlos todo esto. Lo sé porque yo estuve ahí, cada día, cada minuto… Sé por qué se levantaba cada mañana, cuales eran sus sueños, cuales eran sus ilusiones. Sé qué le daba fuerza y por qué tiraba hacia delante… Todo el mundo me dice que Carlos no habría llegado ni habría aguantado tanto si no hubiera sido por mí. Y no me quiero llevar todo el mérito, no sería justo. También estaban sus padres, a los que adoraba, sus hermanos, sus amigos… Lo que quiero decir con todo esto es que Carlos podía ser fuerte porque tenía motivos para serlo, tenía sueños, planes. Yo no… Todo el mundo me dice que tengo que ser como él, mirar hacia delante, tirar, buscar fuerzas… Lo que nadie es capaz de ver como yo lo veo es que antes estábamos los dos. Ahora estoy yo sola. Os hacéis una idea? Yo sola.
A quién me abrazo por las noches. Con quién hablo cuando dudo. A quién le lloro cuando llega el frío y el miedo… Antes lo hacíamos los dos y todo era más llevadero. Ahora lo tengo que hacer sola. Y no podéis haceros una idea de lo que cuesta. Aunque a pesar de eso, lo intento.
A veces, cuando sueño mientras duermo, de repente aparece. Y entonces le abrazo y le pido que no se vaya. Pero me despierto…
Te quiero, Carlos. Te quiero con locura y te echo tanto de menos que ya casi no quiero pensar en ello. Te quiero tanto que duele. Te quiero, siempre…

lunes, 3 de agosto de 2009

Teatro


En casa.

Se abre el telón: aparece una mujer que se despierta con el sonido del despertador. Se ducha, se viste y coge el coche para ir al trabajo. Atiende a los clientes, quizá de forma muy distraída, mantiene la cabeza ocupada, habla poco y hace lo que cree que debe hacer, en silencio. A su hora se va del trabajo, deseando tener algo planeado para el resto del día. Hoy queda con sus amigas, toma una cerveza, quizá más de una… y charla, de forma dinámica, integrada, intentando entrar en la conversación, haciendo planes que sabe que no va a cumplir, al menos no del todo. Siempre con una sonrisa, siempre con buena cara. Luego vuelve despacio a su realidad, empiezan sus pensamientos reales, y es cuando intenta disimular y ve que no puede, se levanta y dice que se va a casa. Con una palabra amable, con buen tono. Aparca su coche, visita a sus vecinos buscando una sonrisa en el último rincón de su alma, como última opción, y cuando ve que ya no queda nada más, se levanta, entra en su casa y se tira en su sillón, deseando que llegue la noche para volver a levantarse y hacer que sus días se repitan una y otra vez, sin más, sin ninguna emoción, sin ningún sentimiento, sin ningún recuerdo, haciendo como si su vida fuera una obra de teatro donde ella tiene que hacer su mejor papel…
Mientras la noche cae, mientras ella ve la tele tirada en su solitaria cama, se cierra el telón…
Siempre supe que sería una buena actriz. De las mejores…
Te quiero con locura, mi amor, te quiero más que a nada en el mundo, te quiero siempre…